Una pregunta que me hacen con frecuencia como médico y como mucho de ustedes, apasionado con moderación del vino, es: ¿Es verdad que el vino reduce el colesterol malo?
Bueno, primero que todo tendríamos que explicar qué es el “colesterol malo”. Para aquellos que no están familiarizados con este concepto, el término se refiere a las grasa con baja densidad (LDL sus siglas en inglés) que se encuentra en la sangre. Altos niveles de LDL pueden contribuir a la arteriosclerosis – el endurecimiento y estrechamiento de las arterias, por acumulación progresiva de placas de esta grasa, que pueden desencadenar una afección cardiaca.
De acuerdo con diferentes estudios clínicos algunos alimentos y algunas bebidas alcohólicas, especialmente el vino, han mostrado disminuir los niveles de LDL. Pero Miriam Pappo, dietista y directora de Nutrición Clínica del Centro Médico Motefiore, dice que hay mucha información que se contradice en esta evidencia.
Los antioxidantes en general han demostrado disminuir el colesterol malo y subir el bueno (HDL), también conocido como “colesterol bueno”. El Resveratrol, un antioxidante encontrado en el vino, podría ser el ingrediente clave en el vino y ayudaría a prevenir los daños en los vasos sanguíneos, reduciendo el colesterol malo (LDL) y aumentar el colesterol bueno (HDL). También se ha investigado mucho sobre resveratrol, sin embargo los estudios en animales han demostrado que el beneficio se logra con cantidades superiores a las que se consigue con el consumo normal de vino.
La misma investigadora hace énfasis en que se han llevado a cabo numerosos estudios sobre este tema con diferentes resultados. En el 2005 el famoso estudio de la “Paradoja Francesa” encontró que el vino aumenta el colesterol bueno, pero no disminuye el malo. Mientras tanto otros investigadores en Madrid, encontraron que el vino podría disminuir el colesterol malo hasta en un 9% en personas saludables y hasta en un 12% en personas menos saludables (esto quiere decir con algunas afecciones asociadas como enfermedades articulares, musculares, etc).
La conclusión es que el consumo con moderación, una o dos copas al día, acompañado con una dieta balanceada y mucha ciclovía es lo más recomendable. Más copas podrían ocasionarnos aumento de los triglicéridos en la sangre y por supuesto aumentar los riesgos cardiovasculares.
Para terminar solo debo confesar que en mi caso personal sí lo logré gracias al consumo moderado, prudente y mucho ejercicio. Pero tomándolo exageradamente nuestro organismo se manifestaría de muchas maneras y en muchas ocasiones con daños irreversibles. ¿A quién le gusta comer hasta saciarse y sentirse mal y con el arrepentimiento de la indigestión? Bebamos con moderación.